
Dos años hace ya desde que nos dijeron aquello de que “de esta saldremos mejores”. ¡Pues no! Resulta que era mentira, aunque parecía que sí. Por momentos parecía que comprendíamos que no todo era el trabajo, que por encima estaba nuestra salud física y mental, nuestra dignidad. ¡Parecía que habíamos entendido que trabajar era una mierda! De algún modo nos estábamos dando cuenta de lo violento que es vivir en la precariedad que nos ofrece este sistema. Pero una vez más, el capitalismo hundió sus garras en las consciencias y esa rabia, en lugar de desembocar en solidaridad y asociación, desembocó en el individualismo más egoísta. Ya no clamamos por romper las cadenas, ya no clamamos por la liberación de la clase obrera; ahora queremos ser “nuestros propios jefes”, convertirnos en el problema que nos ahoga para ahogar a los demás. El mismo cuento barato de oro y riquezas para que los muertos de hambre soñemos y callemos, pero con una fórmula más efectiva.
No podemos negar que sentimos tristeza al ver el panorama que tenemos. Da miedo ver como, después de lo que hemos vivido, se aplauda e idolatre a quienes desmantelan la sanidad o la educación, como en la distopía más cutre. El problema de la vivienda es de una violencia terrible: vivir para trabajar, trabajar para vivir, para pagar el techo ruinoso bajo el que vivimos para que, cualquier día, te larguen. Mil y un problemas que adolecen a la clase trabajadora que, cuando no son silenciados por el ultra-liberalismo asesino que engatusa con fantasías, son apaciguados con esperanzas electorales de una izquierda tibia. Esperanzas electorales que no llegan (pregunten en Moncloa por la Ley Mordaza) o, si llegan, llegan como la Reforma Laboral, que nos vendieron como panacea y terminó siendo la misma mierda de siempre.
¿Pero no es, acaso, esto lo que nos ha tocado vivir siempre? Situaciones aciagas de extrema violencia en las que unos oprimidos se ponen de parte de los opresores y otros dejan su esperanza en manos de la izquierda parlamentaria que defrauda y traiciona. Estamos jodidos, no estamos en buena forma y vienen años muy feos; pero la única certeza que tengo es que vamos a plantar cara, porque ya lo hemos hecho antes.
En el 1º de Mayo no solo debemos recordar a los mártires de Chicago, por quienes estamos aquí, debemos recordar toda nuestra historia, también la local, nuestras ilusiones y nuestra pasión. A mí todavía. A mí todavía se me pone la piel de gallina cuando recuerdo aquel famoso 8M en el que las compañeras quemaron esta ciudad; cómo se echó al fascismo de las calles hace no tantos años o como ni las amenazas de cárcel a frenado a algunxs compañerxs.
En Almería, en Madrid, Granada... somos la CNT-AIT, somos lxs anarquistas, nos han intentado quitar hasta el nombre y aquí seguimos en pie. Todo lo que hagamos marcará el camino para quien venga detrás. Con perseverancia y con nuestros principios por delante se que lo conseguiremos. No lo veremos, pero lo conseguiremos. Mas para ello, tenemos que hacer que todos los días sean 1º de Mayo.